Y, en España, ¿qué pasó? - El Buen Retiro
Real Fábrica del Buen Retiro
La Real Fábrica del Buen Retiro, creada por Carlos III, empezó a funcionar en 1760 y protegió la fórmula de la porcelana madrileña como un secreto de Estado. En poco tiempo se convirtió en la preferida de muchas de las casas reales de toda Europa; era un artículo de lujo que competía en igualdad con las mejores porcelanas de Inglaterra y Francia.
Pero durante la Guerra de la Independencia todo acabó. Los franceses ocuparon “la China”, nombre con el que era conocida, y la convirtieron en una posición militar estratégica. La destrozaron, claro está. Luego, dos años más tarde, en 1812, los ingleses, aliados de los españoles, decidieron asaltarla y ocuparla.
Realmente, fue el Duque de Wellington quien ordenó destruir todas las fortificaciones. Solo como apunte, tanto los ingleses como los franceses competían con los españoles en el mercado de la porcelana europea. Pero, claro, no vamos a ser malpensados, ¿verdad?
El caso es que la Fábrica del Buen Retiro fue víctima de la guerra y, de paso, de los intereses creados. Se fundó como una prolongación de la napolitana de Capodimonte. Carlos III, que heredó la corona de España cuando su hermano Fernando VI murió sin descendencia, decidió trasladar la fábrica a Madrid, incluidos artistas y obreros.
La fábrica se instaló en el lugar que hoy ocupa el Ángel Caído. Al principio se utilizaba la “pasta tierna”, que se había fabricado en Capodimonte y que no era adecuada para la fabricación de vajillas. Pero abundaron las cajitas de rapé, los jarrones, las bomboneras y otros objetos decorativos.
La obra del Buen Retiro
Durante este periodo, dirigido por el escultor José Gricci y el químico Carlos Schepper, se realizaron obras notables. Destaca la Sala de Porcelana del palacio de Aranjuez, cuyas paredes y techo están cubiertos con placas de porcelana. Fue una de las primeras obras que realizó la fábrica (1763-1765). Durante esta etapa las piezas más selectas fueron los grandes jarrones y los grupos escultóricos.
A lo largo de su trayectoria, la fábrica no dejó de buscar nuevas pastas intentando encontrar la porcelana. En 1802, Carlos IV envío a Bartolomé Sureda a Sévres, para que estudiara los métodos franceses. A su regreso, en 1804, asumió la dirección y se abrió una etapa nueva que la guerra abortó solo cuatro años después. Pero en esos cuatro años, Sureda supo formular una porcelana de buena calidad con los materiales del país, algo que abarató los precios poniendo al alcance de más gente estas obras. Se inspiró en el neoclasicismo de Sévres caracterizado por los jarrones en forma de urna, líneas más sobrias sobre pedestales, con pedestales con placas decoradas en “bleu du roi” y dibujos dorados.
Pero, en 1808 los franceses convirtieron la fábrica en cuartel, argumentando la buena posición militar estratégica que la zona suponía para Madrid. Estaba en la parte alta, una posición privilegiada para la defensa de la ciudad. Fue volada el mismo día en que la tomaron los ingleses y ahí terminó la alta competencia que suponían las obras creadas en el Buen Retiro para la porcelana francesa de Sévres y de los ingleses.
El legado del Buen Retiro
Sin embargo, las obras de ‘La China’ siguen haciendo disfrutar a los aficionados y asombrando a los visitantes. Se encuentran en el Palacio Real de Madrid y los Reales Sitios, como la Casita del Príncipe del Monasterio de El Escorial, que tienen salas decoradas, totalmente, con su porcelana.
Su obra cumbre fue la Sala de Porcelana del Palacio de Aranjuez, de la que ya hemos hablado.
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